Pilar Ramírez : "Un buen traductor literario debe ser un buen lector"
Pilar Ramírez Tello es traductora de inglés a español, especializada en traducción literaria y técnica. Aunque inició su labor profesional en el año 1998, no se dedicó a la traducción a tiempo completo hasta el 2001, después de licenciarse en traducción e interpretación por la Universidad de Granada y hacer un máster en traducción literaria en Binghamton University (EE. UU.). Todos los que la conocen, coinciden en que, desde entonces, no se ha despegado de la pantalla del ordenador, lo que le ha permitido traducir una treintena de libros y varios miles de páginas de documentación técnica. (Fuente : La linterna)
Imagen : Goodreads
1. Una pregunta sencilla: ¿Quién es Pilar Ramírez Tello?
Sencilla, dice... Pues es una persona humana que vive en Granada, tiene pareja, ex y niño, y se dedica a traducir libros del inglés al español por oficio y vocación. Sobre todo novelas juveniles, de ciencia ficción, de fantasía o de terror.
2. ¿Qué es para usted la traducción?
Trasladar un escrito a otro idioma, con todo lo que eso conlleva. Aplicado a un libro, que el lector del texto traducido obtenga del mismo una experiencia lo más parecida posible a la del lector del texto original. Que dicho así suena sencillo, pero tiene su intríngulis.
3. ¿Qué ha de tener un buen traductor?
Un buen traductor literario debe ser un buen lector. Debe conocer muy bien la lengua que traduce y, sobre todo, su lengua materna. Debe gustarle escribir (porque se va a pasar el día haciéndolo, y sufrir por sufrir es tontería). Debe saber documentarse (porque le va a tocar enfrentarse a todo tipo de terminología, desde aviones a barcos, pasando por deportes varios o ingeniería nuclear). Y es conveniente que sepa organizarse un poquito (porque casi todos trabajamos en casa y se puede caer en el despiporre).
4. Ha traducido a autores clásicos como Isaac Asimov o H.G. Wells. ¿Cómo es la experiencia de traer a la lengua actual una obra pensada en otro contexto lingüístico y en otro idioma?
No me considero ninguna experta en la traducción de clásicos, pero, en general, diría que traducir es traducir es traducir… El original te pide lo que necesita, y tú te amoldas. No soy partidaria de arcaizar el texto si este, aunque se enmarque en otra época, no lo pide. No sé, como experiencia traductora y lectora, siempre es interesante asomarse a otras épocas, pero, como digo, el proceso de traducción no varía con respecto a una obra más moderna.
5. También ha traducido los grandes fenómenos juveniles de estos últimos años: la saga Divergente, Los juegos del hambre, La quinta ola… ¿Cuál ha disfrutado más?
Pues soy de las que se encariñan de las novelas, la verdad, así que me cuesta decidir. Quizá Los Juegos del Hambre, aunque La quinta ola me gustó mucho. Divergente me dejó más fría, en su momento, porque fue poco después de la trilogía de Los Juegos y me supo a más de lo mismo. De hecho, creía que no iba a vender. Yo y mi ojo clínico.
6. ¿Considera, como lectora pero también como traductora, que los éxitos que cosecha la distopía adolescente están generando un montón de novelas que únicamente son plagios del sistema que las primeras presentaban?
Bueno, esto va por modas, creo. Si un libro tiene éxito, todo el mundo desea repetir ese éxito repitiendo la fórmula de ese libro. Pasó con Harry Potter, pasó con Crepúsculo, pasó con Millennium, pasó con Los Juegos del Hambre... Sin embargo, los lectores no son tontos. No soy ninguna experta en marketing, pero me da la impresión de que ese sistema funciona las dos primeras veces y después cansa, sobre todo si se busca la simple imitación y no la calidad.
Sin embargo, hay libros que, aunque se puedan incluir en la categoría equis, no por ello son meros plagios. Por ejemplo, Harry Potter abrió la veda de cierto tipo de héroe juvenil que resulta ya un poco cansino, pero ahí tenemos los libros de Percy Jackson, que tienen su propia personalidad a pesar de que partan de un principio parecido, o los de Alcatraz... Así que tampoco es plan de descartar todas las distopías de los últimos años solo porque los editores intenten aprovechar el éxito de las precedentes, porque siempre se encuentran obras de calidad.
7. Si tuviera que juzgar sus propias traducciones, ¿Cuáles consideraría las mejores que ha hecho?
Soy una mala jueza de mí misma, prefiero que opinen los demás. Estoy muy orgullosa de libros como El chico de la bruja, de Michael Gruber (aunque me temo que está descatalogado) o Una noche en la luna, de CathCrowley (que me pareció de una sencillez muy poética), pero no sé decir cuáles son las mejores, si es que las hay. Dos que creo que quedaron bastante decentes son El Bosque de los Cuervos, de Andrew Peters, y El ciclo de Xuya (que traduje con Diego de los Santos y Silvia Schettin). Ah, y, por lo que me cuentan, el humor de los libros de Alcatraz contra los Bibliotecarios malvados, de Brandon Sanderson, ha quedado reflejado bastante bien en la traducción, de lo que me alegro muchísimo.
8. ¿Cuál es el autor con la prosa más compleja o retórica que le ha tocado traducir?
Puede que Aliette de Bodard, tanto por el continente como por el contenido. Stephen Hunt también tuvo su complicación.
9. ¿Cuál es el autor con el registro más sencillo que ha traducido?
Buf, de esos hay unos cuantos. Brandon Sanderson, sin ir más lejos, que tiene unas ideas geniales, pero una prosa muy simple. O Nell Dixon, de la que traduje una novela romántica bastante sencillita.
10. Usted, como traductora, ¿plantea diferentemente un trabajo en función del público al que va dirigido?
No. Como decía con los clásicos, el trabajo no varía: te plantas frente al texto e intentas reproducirlo en tu idioma de la mejor forma posible. Lo único que tengo en cuenta es que el público al que va dirigido es español, así que a veces hay detalles que es necesario ampliar, aclarar o adaptar. En mi caso, lo menos posible, ya que soy una firme defensora del extrañamiento frente a la naturalización, por mucho que los traductores siempre naveguemos entre esas dos aguas. El texto no debe sonar a traducción, como suele decirse, pero tampoco puede parecer que esté escrito en Salamanca (o en Sevilla, o en Oviedo...).
11. Supongo que un traductor disfruta enormemente de la lectura. Al fin y al cabo, es un oficio que tiene la lectura y su comprensión como elementos básicos.
Bueno, creo que no exagero si digo que todos los traductores literarios hemos llegado a este oficio por nuestra pasión por la lectura. En mi caso, y creo que en el de muchos, traducir ha sido la forma que he encontrado de ganarme la vida haciendo lo que más me gustaba hacer. Así que sí, los traductores disfrutamos de la lectura.
El peligro es que, cuando la lectura se convierte en tu profesión, puedes llegar a cogerle manía. Yo me pasé una temporada bastante larga en la que no leía nada que no fuera de trabajo, y claro, tu propia escritura se resiente. Así que me puse las pilas y, con la ayuda del que ahora es mi pareja, recuperé el amor por la lectura. Y soy mucho más feliz. Salvo cuando miro La Pila, que amenaza con tragarse la casa.
12. ¿Cree que la traducción es un trabajo valorado hoy en día?
No mucho, no. Si lo estuviera, las tarifas serían más altas, nuestro nombre aparecería en portada, se nos incluiría en las fichas de los libros que aparecen por ahí y se nos mencionaría más en las reseñas (no solo cuando metemos la pata). Por ejemplo.
13. ¿Considera que el lector a la hora de leer una novela, tiene en cuenta si está ante una buena traducción o no?
Por lo general, solo cuando encuentra algo que «le suena mal» o da con alguna errata. Si algo le chirría, el traductor es el primer sospechoso, nunca el autor. Y si hay erratas, el culpable es el traductor, no la editorial. Quiero pensar que cada vez hay más lectores que conocen nuestra labor y el proceso editorial, pero, en la mayoría de los casos, esto sigue siendo así.
14. Como lectora, ¿cuáles son sus gustos y preferencias?
Gracias a una mezcla entre suerte y empecinamiento, la verdad es que me gusta mucho casi todo lo que traduzco. Como lectora, ahora mismo me decanto más por el terror y la ciencia ficción, aunque no le hago ascos a la fantasía, la novela juvenil, los thrillers apocalípticos o sobrenaturales... Y algo realista, de vez en cuando, tampoco viene mal.