María Figueiral: "Mi historia es una más de las cientos de historias que se ocultan tras las ci
A la autora le cuesta definirse, tal vez porque últimamente ha hecho de todo un poco. Periodista, administrativa, comercial, contable, dependienta, decoradora, resuelvelotodo y eterna aprendiz, se siente una mezcla de difícil encaje en el ámbito laboral. El día que colocó el cartel de cierre en el negocio de su familia volvió a escribir para entender lo que le pasaba. Los años en concurso de acreedores y la entereza con que su madre los afrontó le han permitido aprender que la crisis no arrasa con todo. Su reacción a los imprevistos, los límites que se marcó para no defraudarse, han prevalecido ante las derrotas y le representan. Ahora sabe que se puede perder sin fracasar.
Texto: Bio de la propia autora
Fotografía: Eduardo Pérez
- ¿Cómo surge Cartas de ajuste (Universodeletras, 2018)?
El día que tuve que colocar el cartel de “SE VENDE” en una de las tiendas de la empresa de mi familia, volví a escribir. Necesité marcar con las teclas del ordenador el ritmo de lo que me estaba pasando, tal vez para tomar cierta distancia y entender las consecuencias del adiós a un negocio fundado por mis padres y que sumaba más de cuatro décadas de trayectoria en el mundo de la construcción.
“Cartas de ajuste” arranca en 2011 con ese cartel y termina en 2015 con la subasta de nuestro almacén central, aunque hay textos escritos con posterioridad para contextualizar. Mi historia es una más de las cientos de historias que se ocultan tras las cifras de la crisis, las colas de INEM y los autos de los concursos de acreedores, todos repletos de números en rojo que por su inmensidad impiden ver a sus protagonistas. Pues yo estoy ahí detrás, oculta entre los datos, y muestro cómo viví el cierre del negocio de mi familia para enseñar la crisis desde el otro lado del cartel de “SE VENDE”.
- Siendo la historia de su familia es imposible que el libro mantenga una frialdad y objetividad completas. ¿Se produjo en usted una lucha interior entre lo que quería contar y como debería contarlo?
Empecé a escribir por necesidad. Me enfrenté a mi particular crisis, escribiendo. Durante estos años no contaba demasiado lo que me pasaba, pero sí que escribía. “Cartas de ajuste” es mi historia, pero me muestro para mostrar el otro lado del cartel. Utilicé la crónica porque se ajusta mejor a mi manera de afrontar este cierre. Quería ser honesta y directa. Escribía mientras vivía este adiós, y he narrado todo aquello que motivó que me sentara delante del ordenador, no hay una selección meditada. La primera parte está centrada en la reacción de los clientes, proveedores y vecinos ante el cartel que anunciaba el cierre del negocio. La segunda se centra en el desarrollo del concurso de acreedores que tuvimos que afrontar, para mí la etapa más dolorosa e injusta. Y hay un tercer plano, que se mezcla entre los dos anteriores, donde hablo de mi familia, de mí.
- ¿Ha sido doloroso escribir este libro o ha concebido la escritura como algo “terapéutico”?
Escribir supuso un ejercicio de reflexión, análisis y autocrítica. Con el paso de los años de me dado cuenta de que me ha servido para entender que la empresa de mi familia no ha muerto, por mucho que las tiendas hayan cambiado de uso o los camiones ya no repartan mercancía. Para mí sigue viva porque son mis padres, su manera de entender el negocio, su dedicación y su gusto por lo bien hecho, algo que me llevo conmigo y que trataré de aplicar en todo aquello a lo que me dedique para no defraudarme.
- Interesante es también que en el libro el gran protagonismo recae en su madre. ¿Pretende exaltar con ello el efecto devastador que tuvo la crisis también en la desigualdad de género y representar su entereza ante todo ello?
La historia la cuento yo, pero la siento más suya que mía porque con su actitud me ha demostrado que se puede perder sin fracasar. En todos estos años ha sido un ejemplo para mí. Ha sido fiel a sus principios y se adaptado a las circunstancias sin renunciar a sí misma. Con su entereza me ha enseñado que la crisis no arrasa con todo, que hay cosas que se le resisten como la dignidad y la integridad. Gracias a ellas sé que la manera en que afrontamos las dificultades, nos define.
- El libro salió a la venta hace poco tiempo. Ha recibido algún mensaje de alguien que se sienta identificado con la situación que comenta o alguna crítica?
La reacción de los lectores está siendo muy positiva, más de lo que esperaba para una historia tan nuclear y en apariencia pequeña. Me dicen que se identifican con las cartas porque hablo situaciones cercanas y porque no sólo trato momentos difíciles, si no que también hay lugar para la ironía, el humor y la esperanza. Destacan su lenguaje directo y que cuando empiezan a leerlas no pueden parar, para mí uno de los mayores halagos que puedo recibir.
- Para terminar. La denominada “literatura de crisis” está copando mucho interés dentro del mercado editorial años después de sus momento más álgido. ¿Por qué piensa que los escritores regresan de nuevo a ese trauma?
Destaco una de las muchas aristas que tiene la crisis y a la que, desde mi punto de vista, no se le ha prestado demasiado atención estos años. Me refiero al lado del que ha tenido que cerrar su negocio y afrontar un adiós para el que no estaba preparado, un final que le acompaña porque ha afectado a su manera de ver el futuro. Mi libro no es un ensayo de economía al uso porque me centro en la vida tras el cartel de “SE VENDE” para demostrar que sus protagonistas, en este caso yo, han afrontado los cierres como una pérdida con la que han aprendido a convivir y que ha cambiado sus prioridades.
“Cartas de ajuste” supone un punto de inflexión porque describo un final que aspira a convertirse en un principio. Cuanto una historia dura porque la crisis fue, y sigue siendo, dura, pero no pesimista. Confío en mis cartas me ayuden a volver a empezar del mismo modo que cuando salía la carta de ajuste para darle tiempo a la televisión para coger fuerzas y reprogramarse. Espero conseguirlo.