Elsa Veiga: "Es importante recordar, conocer la historia, pero es terrible tener que recordarla"
Elsa Veiga (Santiago de Compostela, 1972) es licenciada en Filología Hispánica por la Universidad Autónoma de Madrid. En los últimos años se ha dedicado a la comunicación, además de a la edición y corrección de textos para diferentes editoriales. Sus relatos han sido galardonados en diversos certámenes literarios y publicados en revistas culturales. Con el relato «El verano de Tom Sawyer» fue finalista en el XXVII Premio Ana María Matute de Narrativa de Mujeres de Ediciones Torremozas (2015). Ha publicado el poemario Manejemos la pena (Ediciones Torremozas, 2016).
Texto: Biografía de la autora
Fotografía: "Elsa en su biblioteca" (cedida por la autora)
- Comenzamos con una idea potente. ¿Qué significa la literatura para ti?
Para mí la literatura lo es todo, la especialidad a la que dediqué mis años de estudiante en la universidad, a la que me dedico como correctora, autora y narradora de audiolibros... Con ella me siento más acompañada en el mundo, es un medio de conocerlo y de saber más de nosotros mismos.
- ¿Recuerda cuando comenzó a escribir?
Desde muy pequeña. Rellenaba cuadernos y agendas vacías que me regalaba mi madre para pintar y escribir. Cuentos, poemas, todo lo que se me ocurría. En serio, pensando que quizá algún día me dedicaría a ello, fue ya en la adolescencia.
- ¿Cómo surge Me desperté con dos inviernos a los lados (Tres hermanas, 2020)?
Cuando escribí el primer borrador fue hace casi diez años, cuando el tema de la violencia de género no se trataba, como ahora, de un modo serio, como delito específico. Se hablaba de mujeres asesinadas casi como si fuera un crimen violento más. El feminismo apenas se comentaba en los medios, no tenía la fuerza que tiene ahora, y palabras como sororidad o expresiones como Me too no existían siquiera. Pero yo miraba a mi alrededor y analizaba lo que pasaba en algunas casas. Tenía amigas cuyos padres las maltrataban de una manera u otra. Madres que estaban sometidas al hogar y al poder económico del marido y que, además, en ocasiones, eran maltratadas. Eran historias que formaban parte de la vida de algunas familias, pero se normalizaba, de algún modo, hasta que una era asesinada y se consideraba un caso aislado.
Me preocupaba contar no solo la vida de una mujer maltratada y sometida, sino la de los hijos, atrapados con esos hombres bestiales en casas modestas, pequeñas, de barrios de clase media en una gran ciudad. Y, por otro lado, quería contar que esta violencia contra las mujeres ha existido siempre en la historia de la humanidad, y me remonté, para la segunda parte del libro, y para contar la historia de la abuela de la protagonista, a la Guerra Civil Española, y cómo la victoria del fascismo terminó con las oportunidades y la igualdad para las mujeres, que había iniciado la Segunda República, y que marcó a toda una generación, como la de mi madre. Uní dos temas de violencia, ambos históricos, en el fondo. El de la violencia contra las mujeres, desgraciadamente, no como un hecho histórico puntual, sino una especie de maldición contra nuestro sexo que no deja de producirse. Necesitaba escribir sobre esto y hacer una especie de homenaje a las víctimas pasadas y actuales de ambos conflictos. A las mujeres y a sus hijas e hijos.
- Si tuvieses que definir a Cara con unas pocas palabras. ¿Cuáles serían?
Una mujer que ha sufrido maltratos desde niña y los ha visto en su hogar, y por tanto tiene una personalidad inestable, cargada de culpa y de inseguridad. Pero quiere vivir, desea con todas sus fuerzas borrar el pasado, que en el fondo es presente, ya que el padre sigue vivo, y mientras este no muera, ella no podrá seguir su vida en paz. En un momento de la novela, Cara fantasea sobre cómo se presentaría ante un desconocido resumiendo su vida. Este es el párrafo:
Cara pensaba en cómo resumiría su vida a un desconocido, en qué pocas palabras la sintetizaría: «Soy Cara. Los maltratos de mi padre a toda la familia, sobre todo a mi madre y mi hermano, me han provocado una depresión, ansiedad y constantes problemas estomacales. Por eso he necesitado una terapia con la que llevo muchos años, pero que no ha podido impedir un intento de suicidio debido a mi baja autoestima y al pavor a que finalmente mi padre matara a mi madre sin que yo pudiera impedirlo. Estar aquí es un gran paso para mí, pues de algún modo asumo que no soy culpable de lo que pueda suceder en sus vidas en privado, es asunto suyo. Ah, se me olvidaba. La tristeza y los problemas estomacales continúan, no consigo atajarlos, aunque el Prozac, por un lado, y los tranquilizantes, por otro, me permiten sobrellevar la vida».
- Este libro trata principalmente el tema de la violencia, mejor dicho violencias, de género. Tema que es lamentable actualidad, incluso durante el confinamiento…
Sí, no dejo de pensar en las muchísimas mujeres y sus hijos que están obligadas a permanecer en casa estos días con sus maltratadores. Lo comentaba el otro día la escritora Cristina Fallarás, y no se equivocaba. Han aumentado las denuncias en las últimas semanas. No imagino una pesadilla peor. En fin, esperemos que esto acabe lo antes posible y que haber pasado por algo tan espantoso anime a muchas mujeres a abandonar a sus maltratadores y a buscar protección y una vida mejor.
- Este libro contiene historias de opresión y violencias que se producen en diferentes años. ¿Fue complicado vincular tantos pequeños pedazos de historia en una sola?
Ya te respondía sobre ello cuando hablábamos de cómo había surgido la novela. Sí me supuso un gran trabajo ir hacia adelante y hacia atrás en la historia de este país. Tenía que adaptar las vidas de los personajes para que resultara creíble cómo se comportaban hombres y mujeres durante la guerra civil, en los años treinta, en los años setenta, que también aparecen en el libro, y cómo lo harían en la actualidad. Tuve que leer y documentarme e imaginar después a los personajes producto de la ficción, hacer verosímiles sus actos dentro de la trama, que siempre es lo más difícil. Dar vida a seres que no existieron, pero que podrían haber existido.
- El maltrato deja secuelas visibles tanto en la persona maltratada como en las próximas generaciones que lo han vivido directa o indirectamente. Nunca se valora lo suficiente las heridas que también produce en los espectadores de este maltrato…
Es muy interesante este tema. He conocido a muchas personas que, efectivamente, han visto el maltrato, no lo han padecido directamente, y es igual de traumático. Ver cómo denigran y ejercen la violencia contra alguien a quien quieres y no poder hacer nada, es terrible. Uno no se quita fácilmente las imágenes y las palabras de la cabeza, que aparecen, como escribo en la novela, cuando menos lo esperas. La memoria es maravillosa, sin ella no seríamos lo que somos. Es importante recordar, conocer la historia, pero a veces es terrible tener que recordar y no poder olvidar. Son las dos caras de la memoria, la oscura y la luminosa. Pero hay que revivir también para curarse, que es lo que hacen los terapeutas cuando tratan a sus pacientes. Forma parte del proceso.
- Si tuviese que recomendar algunos textos para leer en esta época tan complicada. ¿Cuáles serían?
Pues mira, aunque en este momento tan difícil me cuesta, como a la mayoría, concentrarme en la lectura, estoy leyendo, como suelo hacer, varios libros al mismo tiempo de distintos géneros. Acabo de terminar de leer la novela No está solo, de Sandrone Dazieri, y me ha encantado. El libro de relatos de Alberto Marcos, Hombres de verdad, publicado por Páginas de Espuma, me ha conmovido especialmente por cómo trata la masculinidad o cómo la entendemos erróneamente en nuestra sociedad actual a través de historias sorprendentes con mucha belleza y sensibilidad. Es una delicia de libro. Y estoy disfrutando mucho de un ensayo deslumbrante, El infinito en un junco, de Irene Vallejo, una historia del libro y de la lectura desde el mundo antiguo hasta la actualidad.
- Para terminar. ¿Tiene algún proyecto en marcha o finalizado del que pueda adelantarnos algo?
Tengo varios proyectos recién arrancados y uno bastante avanzado, pero lamentablemente el confinamiento no está ayudando demasiado a que pueda continuar escribiendo al ritmo que me gustaría. Demasiada preocupación. Espero, ir recuperando poco a poco la concentración necesaria para seguir.