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Marta Sanz: "Escribir libros y confiar en que las palabras de la literatura puedan intervenir e



Marta Sanz es doctora en Filología. Ha publicado las novelas El frío, Lenguas muertas, Los mejores tiempos, Animales domésticos, Susana y los viejos y La lección de anatomía, así como cuatro poemarios (Perra mentirosa, Hardcore, Vintage y Cíngulo y estrella) y dos ensayos (No tan incendiario y Éramos mujeres jóvenes).En Anagrama ha publicado las novelas Black, black, black;Un buen detective no se casa jamás; Daniela Astor y la caja negra (Premio Tigre Juan, Premio Cálamo y Premio Estado Crítico); una versión revisada y ampliada de la que es posiblemente su mejor novela, La lección de anatomía; Farándula (Premio Herralde de Novela); Clavícula y una nueva edición de Amor fou; así como el ensayo Monstruas y centauras. pequeñas mujeres rojas es su última novela.


Texto: www.anagrama-ed.es

Fotografía: © Carola Melguizo - The Objective Media.

 

- Para comenzar con una idea potente. ¿Qué significa la literatura para usted?


Una forma de conversación. Un modo de conectar lo más profundo e íntimo con lo común y compartido. Introspección y comunicación. El lugar en el que el lenguaje delimita los contornos de la realidad para que la veamos y, a la vez, se construye como realidad en sí mismo.


- ¿Cómo definiría su proceso creativo?


Yo observo, oigo los ruidos, identifico las formas de mi malestar, de mi alegría, de mis emociones. Me formulo preguntas y a veces hasta intento responderlas. Después, sobre esa base pienso en historias que han de buscar su propio lenguaje. En esa búsqueda no soy el hombre que puso nombre -uno solo- a los animales ni el poeta que pide “intelijencia, dame el nombre exacto de las cosas”, sino la mujer que, al escribir no se siente sacerdotisa del templo de la palabra literaria ni médium ni practicante de la ética del ahorro en el que se asienta el espíritu del capitalismo, y busca, acumula palabras y sensaciones, enumera, da bandazos, para ver si humildemente puede ir cercando, definiendo, aproximándose a la emoción que quiere nombrar y hacer visible…


- ¿Cuál es su pretensión última como autora?


Que la escritura sea un oficio que me permita vivir con dignidad y que me lleve a mantener conversaciones, en sentido recto y figurado, con lectores como tú. Que mi lenguaje permita identificar las zonas oscuras de lo real y ese ejercicio de lucidez, que a veces es doloroso, pueda intervenir en el espacio público, transformando lo abyecto y produciendo finalmente belleza y alegría. Creo que hay que pensar a lo grande, tener ambición, calibrar el punto justo de encuentro entre nuestra soberbia y nuestra humildad, convencernos de que tenemos que compartir con los y las demás cosas importantes, para iniciar la carrera de fondo que es escribir.


- ¿Cómo se enfrentó a la escritura del ensayo Monstruas y centauras (Anagrama, 2018)?


Me enfrenté desde la duda. Pero no dejé que mis dudas atenuaran mi indignación ante ciertas condiciones objetivas que afectan a las mujeres y no se pueden tergiversar: el maltrato hacia las mujeres en el escenario social y laboral, la precariedad, el riesgo de exclusión y pobreza, las diferencias que son desventajas se proyectan en la intimidad. La violencia estructural que se ejerce contra el cuerpo de las mujeres es inseparable de la creación de un imaginario cultural y sentimental en el que se sustentan los feminicidios.


- Este libro ya va por su quinta edición. ¿Esperaba ese recibimiento?


La verdad es que no, no lo esperaba. Pero me hace muy feliz haberme encontrado con lectores y lectoras que para mí eran imprevisibles: personas mucho más jóvenes que yo.


"Monstruas y centauras", conferencia de la escritora Marta Sanz en el curso "Alianzas estratégicas para el cambio: el empoderamiento como herramienta de acción transformadora". (Fuente: Youtube)


- ¿Cuál es el germen de pequeñas mujeres rojas (Anagrama, 2020)?

La proliferación de los discursos de una ultraderecha española que, por un lado, conecta con esas voces aún no resueltas de un pasado franquista que forma parte de nuestra médula espinal; y, por otro, se alimenta de los bulos, la ignorancia, la violencia verbal, que configuran la ideología de un capitalismo que profundiza en todas las brechas de desigualdad y maltrata a los más vulnerables. Dentro de esa lógica terrible, en nuestro país, el feminismo y la recuperación de la memoria democrática se han convertido en el objetivo de la ultraderecha. Desde un punto de vista literario, pequeñas mujeres rojas, nace de un poemario “Vintage” en el que apareció por primera vez el orfeón de los niños perdidos y las mujeres muertas: era un poemario sobre el encuentro entre la memoria personal y la memoria colectiva; sobre la pérdida de la memoria como enfermedad del cuerpo y del espíritu; sobre la memoria mala que se utiliza para mentir sobre el pasado… Todo eso está en esta novela, así como la propuesta de una lectura espeleológica y panorámica, desde la fosa hasta el cielo sobrevolado por los pájaros, del pasado hacia el presente, con las voces de los fantasmas en nuestro corazón y nuestra tripa; una lectura reposada, crítica, que conjugue placer y dolor, que subvierta el tópico de una belleza “bonita”, que nos haga mirar dentro y a la vez nos una con nuestra comunidad.

Marta Sanz publica la última entrega de su trilogía del detective Zarco. (Fuente: joseluisrico.com)



- ¿Cree que esta obra entraría en el saco de aquellas novelas sobre la guerra civil?


Entra en ese saco y en el de las novelas negras, los cuentos de hadas, el género de terror y el western… Todo junto para intentar construir algo diferente donde se pueda percibir lo que el pintor Francis Bacon llamaría mi sistema nervioso personal como escritora.


- Esta novela cierra la trilogía de su detective Zarco. ¿Cree que ya ha contado todo lo que este personaje podía ofrecer?


Sí. Se cierra un fresco sobre la violencia del sistema y sobre la violencia de los relatos que forman parte de ese sistema. Los libros son violentos o políticos no solo por el tema que aborden -la injusticia social, la desmemoria de los vencidos y las vencidas, la vulnerabilidad de las mujeres en el amor, el maltrato a los ancianos-, sino por el estilo que elijan para representar ese tema. Los modos de representación de la realidad son importantes: los colores que elijo para pintar una violación, por ejemplo, me pueden servir para normalizar esas conductas llevándolas hacia el territorio de lo sensual y lo agradable, transformándolas en un cuadro para adornar un saloncito -piensa en las versiones de “Susana y los viejos”- o, por el contrario, los colores y formas con los que represento esa misma escena pueden producir un efecto ético, un rechazo, una crítica… Ese es el mundo vital y cultural del detective Zarco. El ciclo se ha cerrado porque serializar o rutinizar las historias, para mí es un modo de clientelizar a los lectores y lectoras. Yo tengo que buscar otros lenguajes, experimentar, sacar los pies del tiesto y compartir estas indagaciones…


- ¿Cuál ha sido la obra más costosa que ha escrito hasta este momento?


pequeñas mujeres rojas


- ¿Podría recomendar algunos títulos para esta época de inestabilidad que vivimos?


La forastera de Olga Merino es un libro estupendo que se ha quedado congelado igual que el mío. También Todo Arde de Nuria Barrios. O Heridas abiertas de Begoña Méndez. Necesitamos vuestro calor para descongelar, despertar, estos libros hechizados e inmovilizados por la pandemia.


- Para terminar. ¿Tiene algún proyecto en marcha o finalizado del que pueda adelantar algo?


Absolutamente nada. Acabo de terminar un libro al que le he dedicado muchísimo tiempo y muchísima energía. Me ha dejado exhausta porque, aunque mi voz esté por detrás de las voces de los personajes de esta novela, en esta ocasión esas voces -a veces terribles- también se han colado dentro de mí. Me he quedado muy cansada y con la sensación de no saber si volveré a escribir otro libro. Por eso, ahora, en época de pandemia, intento despojarme del sentimiento de culpa que me produce luchar por un libro cuando tantas personas viven momentos de sufrimiento extremo… Intento despojarme de esa culpa porque hay que conservar la alegría, tenemos la obligación de conservarla y ni yo ni nadie se puede olvidar de las ilusiones y los deseos que nos hacen seguir adelante. En este sentido, sigo aplicando la máxima de ser una persona pesimista en el pensamiento, pero muy positiva y voluntariosa en las acciones que acometo. Escribir libros y confiar en que las palabras de la literatura puedan intervenir en lo real es un alarde de optimismo al que me agarro con uñas y dientes.

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