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Juan Laborda Barceló: "Recordar es, en definitiva, un modo de contarnos, una manera de afrontar


Juan Laborda Barceló (Madrid, 1978) es escritor, doctor en Historia Moderna, crítico literario y profesor. En el año 2009, AACHE Ediciones publicó su primera novela, La Casa de todos. En enero de 2014 salió a la venta la segunda, La fragilidad del neón, por Alrevés Editorial. Paraíso imperfecto (Alrevés, 2017) es su tercera obra de ficción. En 2018 vio la luz su ensayo En guerra con los berberiscos. Una historia de los conflictos en la costa mediterránea (Editorial Turner).

Ha participado en obras colectivas sobre cine como Terry Gilliam. El desafío de la imaginación (TyB, 2010); Mitos del cine quinqui. Márgenes del cine y periferias de la ciudad (Ensayos de Cultura Hispá­nica, 2016); El universo de Nicholas Ray (Notorius, 2018), y 1939, el mejor año de Hollywood (Notorius, 2019), entre otras.

Escribe con asiduidad para revistas como Qué leer, La aventura de la historia y Descubrir la historia. Interviene habitualmente en medios como la Cadena COPE o Ser Madrid, en cuestiones literarias, históricas y cinematográficas.

Desde 2012 regenta kermesliteraria.blogspot.com, un espacio con diversos contenidos culturales.

 

- Comencemos por una idea fuerte. ¿Qué significa para usted la literatura?


Esta es, efectivamente, una pregunta de calado. La literatura puede ser muchas cosas, todo depende de a quién se le pregunte. En mi caso es una suerte de bálsamo o, todo lo contrario, de agitación interna.

Por un lado, el acto de leer es una manera evidente de viajar, de vivir otras vidas y de navegar por y con la alteridad. Todo el que escribe es necesariamente un lector voraz. Ese viajar por infinitos mundos posibles, por decirlo con André Bazin, pues él explica que hay una infinidad de universos alternativos en cuanto salimos del encuadre del plano cinematográfico, es tanto un camino como un motor vital.

Por otra parte, escribir, generar historias, narrar, en definitiva, se ha convertido para mí en una forma de destilar nuestras miserias y grandezas. Es una manera de conjurar los males y de sustraerse a ellos buscando siempre lo trascendente, bien sea hacia dentro o hacia fuera. A través de la creación y del placer de perderse en las vidas de otros se logra el milagro de detener la vorágine, de darle sentido a las cuitas y de encauzar los pesares a los que el vivir obliga. La literatura es desahogo, encuentro, herida, conocimiento y, en ocasiones, disfrute.


- ¿Cómo definiría su proceso creativo?


Todo suele empezar con una idea recurrente que se niega a abandonarme. Siempre he sido partidario de cultivar con mimo y ahínco ciertas obsesiones. La escritura, el deseo de contar historias, es uno de ellos, al igual que lo son el cine, la historia y la musicalidad de la prosa. Cada cual elige los suyos. Esta ha sido una obra muy especial en su génesis y desarrollo. Creo que se trata del proceso más caótico y pasional de todas las que he escrito. Para dotar de orden al conjunto que comenzó de manera fragmentaria hará unos cincos años he tenido que saber hasta dónde y hasta qué emociones quería llegar. Navegar por los recuerdos, ese lugar del que no existe exilio posible, puede ser eterno, infinito o puntual. Creo que este texto ha sabido más que yo mismo del trayecto y que, de alguna manera, él mismo me ha guiado para llegar a buen puerto. Lo he escrito desde ese lugar que se ubica a mitad de camino entre la lágrima y el ombligo, es decir, la melancolía. Buceando a cada rato, eligiendo vivencias, seleccionando en el catálogo de recuerdos y dotándolos de sentido al ir escribiendo. Siempre he sido un autor de escaleta, partidario de seguir un guión (y de saltármelo cuándo correspondiera), pero en este caso, si bien había una línea maestra, he tenido que seguir el norte de la brújula de lo vivido y de lo no vivido.

Algunas de las obras de Juan Laborda Barceló. (Fotografía cedida por el autor)

- ¿Cuál es el germen de Y entonces volaron (Huso, 2020)?


Uno de los orígenes de Y entonces volaron es la ensoñación, tan ligada a la memoria. Recordar es, en definitiva, un modo de contarnos, una manera de afrontar el presente y el devenir.

El ser humano es por definición añorante, al igual que habita en él la esperanza. Disfrutar de la reflexión sobre el pasado latente, pero sin perder el rumbo ni la ilusión, es tanto una elección como un camino impuesto. Al final, y aunque parezca un lugar común, son las experiencias, las que duelen, las que enseñan, las que parecen escasamente importantes, todas, en definitiva, las que te inspiran. De ellas partí para crear este texto. En este caso, el origen de la historia está en querer contar la realidad, la humana, sensible e íntima, pero desde una ficción que tiene mucho de real.




- Si tuviera que definir brevemente al profesor que protagoniza la historia. ¿Cómo lo haría?


La melancolía es un lugar tanto físico como emocional, y ese es el espacio y el momento en el que habita el protagonista de Y entonces volaron, pero añadiendo la reflexión permanente sobre el pasado. Unas veces desde la víscera de la herida y de la hiel, otras desde la ensoñación, otras desde el ejercicio intelectual y otras desde la ilusión de pensarse en un tiempo detenido. Hay algo de El mito del eterno retorno de Mica Eliade en las hechuras de este profesor sin nombre. Es, en definitiva, un hombre sometido al influjo de la nostalgia, pero siempre con un punto final de ilusión. Es un personaje recurrente y obsesivo, pero también esperanzado y sentimental.


- Y entonces volaron está compuesto por historias muy diferentes entre sí desde cómicas, trágicas hasta, incluso, algunas de tipo metaliterario. ¿Pretende ser esta obra una representación de la propia vida?


Todo diario es, sin lugar a dudas, una forma de construirse a uno mismo. La memoria, el recuerdo y la ficción son caminos para navegar hacia el interior de nosotros mismos. De hecho, todos tenemos múltiples facetas, podemos decir que poseemos infinitos prismas, a pesar de nuestras características formas de ser. Todo depende de qué resortes se activen, de quién sea el interlocutor y cuáles los contextos. Jugar a fabular, a ser otra persona, ser responsable, divertido, melancólico y alegre no dejan de ser realidades complementarias, nunca opuestas. Lo cierto es que todos esos prismas de la realidad nos construyen y, en definitiva, qué es la vida, si no nuestro permanente deseo de enfrentarse a todo ello. Podríamos decir que aquí se abordan algunas de las facetas íntimas y colectivas en las que se desarrolla la existencia.


- En el texto hay muchísimas referencias cinematográficas y también una narración con elementos extraídos del séptimo arte. ¿Es un libro para cinéfilos?


Decía François Truffaut que quien ama el cine ama la vida. Por tanto, este libro lo disfrutarán mucho los amantes del cine, pero del mismo modo lo harán todas aquellas personas que hayan disfrutado de la experiencia de un cine de verano, de una buena conversación, de un amor en plena adolescencia o del deleite del arte. Existe a lo largo de toda la obra un deseo de recuperar el cine de las sábanas blancas de la infancia, como acuñó Vicente Molina Foix, y también por descubrir, por ejemplo, los retazos caprichosos de las películas que nos han ido emocionando. No es difícil construir un mapa emotivo de cada uno de nosotros a través de los besos cortados de Cinema paradiso o de las melodías que suenan en el Rick's Cafe Americain de Casablanca.


- ¿Qué supone para un crítico literario situarse del lado del creador?


En realidad, desde la perspectiva de la escritura y de la creación, no hay grandes diferencias. Comencé en el mundo literario con una novela breve, poco después comencé a trabajar como periodista cultural, haciendo reseña, crítica y escribiendo para diversos medios sobre literatura, cine e historia. Me resulta muy difícil disociar tales actividades de mi producción literaria. Son ámbitos diferentes, pues el análisis, enfoque y abordaje de las letras cambia, pero las esencias son muy parecidas. Dicho todo esto, debo reconocer que somos los peores jueces para analizar nuestra propia obra, por lo que las opiniones que he vertido con anterioridad quedan suspendidas en un ambiguo limbo de subjetividad.


- ¿Qué libros recomendaría para una época de inestabilidad como la que vivimos?


Me gustaría empezar citando al joven y brillante filósofo, Jorge Freire, que en su reciente ensayo Agitación (Páginas de Espuma, 2020), explica que uno de los males del hombre actual es el la impaciencia. Como apunta Pascal, se trata del pavor a estar quietos en una habitación vacía y en silencio. Es una obra altamente recomendable y más, si cabe, en estos tiempos.

Por otro lado, no quiero dejar de recomendar la lectura de cualquier novela del mago de las palabras, el maestro Mújica Laínez. Es otro registro, barroco, excesivo, trufado de referencias literarias, pero su El unicornio o la continuación, Bomarzo, son un regalo para un lector de cualquier tiempo. Es una literatura para soñar.


- Para terminar. ¿Tiene algún proyecto en marcha o finalizado del que pueda adelantar algo?


Tengo una ficción a punto de salir del horno (al menos de mis fogones personales) y un ensayo cocinándose, pero hasta ahí puedo leer.

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