María Folguera: "Los teatros se esforzarán para ser referencia de esas expectativas de reencuen
María Folguera vive en Madrid, donde se dedica a escribir y a rondar escenarios y pistas de circo. Ha escrito y estrenado La Blanca (2016, presentada en el Cervantes Theatre de Londres en 2018), La guerra según Santa Teresa (estrenada en 2013 y reestrenada en el Festival de Otoño de Madrid en 2018), El amor y el trabajo (estrenada en el Festival Escena Contemporánea 2011, publicada de forma conjunta con La guerra según Santa Teresa en Continta Me tienes en 2018), e Hilo debajo del agua, Premio Valle-Inclán de Textos Teatrales 2009. Participó como dramaturga en Mapa de recuerdos de Madrid (Nuevenovenos, 2014). Como directora ha viajado por España y Alemania con La increíble historia de la chica que llegó la última de Carla Guimaraes (2013-2015) y ha participado en varios laboratorios de ETC-Cuarta Pared y Nuevo Teatro Fronterizo. Ha dirigido el proyecto Sendero Fortún para el Centro Dramático Nacional: dirección de Celia en la Revolución, adaptada por Alba Quintas (2019) y dramaturgia y dirección de Elena Fortún (2020). Estudió Dirección de Escena en la RESAD y Teoría de la Literatura y Literatura Comparada en la Universidad Complutense. Como narradora, ha aparecido en las antologías Última temporada. Nuevos Narradores Españoles 1980-1989 (Lengua de Trapo, 2013), Bajo treinta. Antología de Nueva Narrativa Española (Salto de página, 2013), y Sexo, mujeres y televisión (Continta Me Tienes, 2015). En 2016 se publicó su última novela, Los primeros días de Pompeya (Ed. Caballo de Troya). En 2019 ha coordinado y coescrito Tranquilas. Historias para ir solas por la noche (Ed. Lumen).
Texto: www.contextoteatral.es
Fotografías: Danilo Moroni & Juan Carlos Toledo/ cedidas por la autora
- Comencemos con unha idea potente. ¿Qué significa para usted la literatura?
Una respuesta a la brevedad y el dolor.
- ¿Cómo definiría su proceso creativo?
Es obsesivo y necesita tiempo para ordenar ambiciones, referencias y estratos. Convive con diversos amores y trabajos.
- ¿Cuál es el gérmen de Los primeros días de Pompeya (Caballo de Troya, 2016)?
En Los primeros días de Pompeya se superponen la necesidad de entender la muerte de los seres queridos y de (re)construir rituales para afrontar su pérdida, la impotencia del arte ante la política y a su vez el intento inevitable de participar desde el arte en lo colectivo.
- ¿Qué supuso para usted el proyecto Tranquilas. Historias para ir solas por la noche (Lumen, 2019)?
Dar forma a esa incomodidad que sentía ante el arquetipo de la doncella violentada, presente desde los cuentos populares hasta el telediario cotidiano, pasando por películas oficialmente prestigiosas. Necesitaba compartir ese malestar en la cultura que siento. Hace años le daba vueltas a cómo escribir sobre ello; leí Chicas muertas, de Selva Almada; admiré esa investigación sobre crímenes de los 80 contra chicas jóvenes que habían marcado su memoria y habían tenido un profundo impacto sociológico. Tranquilas se definió entre conversaciones con otras escritoras. Con Maria Fernanda Ampuero hablamos de un libro colectivo. Silvia Nanclares me recomendó la lectura imprescindible de Nerea Barjola y su riguroso trabajo sobre el llamado caso Alcàsser. Y fue con Carmen G de la Cueva cómo finalmente armamos la propuesta: convocamos a las catorce participantes, ordenamos, editamos. Estoy orgullosa del resultado; siempre es difícil lograr una antología convincente y en este caso la convivencia generacional y de experiencias, con la necesidad común de poner paz sobre el hecho de aventurarse, de contar el peligro de otra manera, hace que Tranquilas sea, efectivamente… una noche que necesitábamos compartir.
- Si tuviese que definir a Elena Fortún con una palabra o una frase. ¿Cuál sería?
Elena Fortún es una figura muy contradictoria. Es inevitable definirla desde ahí: fue atrevida y se arrepintió. Se sintió culpable casi toda su vida, y se aferró enfermizamente al juicio ajeno. Pero también consiguió sacar adelante su obra de manera exitosa, popular y resistente a las opresiones externas. Cuando estrenamos Elena Fortún en el Centro Dramático Nacional, en algunas entrevistas me planteaban que ella había sido pionera y moderna, mucho más osada que una mujer actual. Yo tenía que desmentir eso, dado que convivió con la angustia y quiso negarse a sí misma a la vez que escribía y desafiaba. Esa contradicción hace que su obra transmita con justeza las décadas de los años 30 y 40 en España, desde el ambiente de excitación cultural y social de Celia lo que dice hasta la crisis bélica de Celia en la revolución, o el aprendizaje identitario de una mujer de origen decimonónico que descubre su lesbianismo y su modernidad en Oculto sendero. No hay manera de definirla con una única palabra, porque siempre necesitarás compensar esa afirmación.
Trailer de Elena Fortún del CDN (Fuente: Youtube)
- ¿Cree que habrá una tercera pieza en el ciclo sobre la autora?
El díptico Sendero Fortún es un proyecto del Centro Dramático Nacional, convocado por el anterior director, Ernesto Caballero. No sabemos qué nos aguarda, pero se concibió como la producción de dos piezas, Elena Fortún y la adaptación teatral de Celia en la revolución. En una entrevista para revista Godot, Nico Guau proponía un tercer espectáculo sobre el universo fortuniano en clave de circo, una preciosa idea.
Trailer de Celia en la revolución del CDN. (Fuente: Youtube)
- Tal y como está el mundo actualmente. ¿Cuál cree que será el futuro próximo del teatro?
El teatro se construye a partir del encuentro. Es un ritual social de cauces pactados y previsibles -la señal del comienzo, el aplauso final, el reparto de roles- que acogen expectativas e imprevistos incalculables, como todo encuentro. En una pandemia, es el espacio más vulnerable y afectado. Estos días consulto lo que hizo Shakespeare durante los años más duros de peste negra. Como empresario y actor, estaba en vilo a la espera de la reapertura. Como dramaturgo, escribió textos colosales como El rey Lear, pero sobre todo se dedicó a los sonetos y obras no teatrales que le permitieran subsistir. Creo que nos toca mirar de frente esa exigencia de distancia, de prudencia, un ánimo de duelo. Pero también, por supuesto, saber que volverán a abrirse las puertas; las ganas no mueren, aunque se recojan durante un tiempo. Vienen meses muy delicados, pero los teatros se esforzarán para ser referencia de esas expectativas de reencuentro, y un lugar donde abordar estos miedos y tabúes. Serán, igual que las librerías, la prueba del deseo.
- ¿Cuál ha sido su libro más costoso hasta el momento?
El que estoy escribiendo ahora, siempre.
- ¿Podría recomendarnos algún título para esta época de inestabilidad que vivimos?
El cuento de doña Ratoncilla, de Beatrix Potter. Es una narración en el estilo inglés de cuento infantil más envidiable: conciso, irónico, y al mismo tiempo tierno y con lógica propia. Doña Ratoncilla quiere tener su casita limpia, pero recibe un asedio constante de otros insectos. Doña Ratoncilla se toma un descanso de su propia ambición controladora, y finalmente dedica varias semanas a una limpieza primaveral. Al final hace una fiesta para cinco ratones, y toman precauciones para estrechar la puerta y que no puedan entrar visitas indeseadas. Lo he redescubierto con mi hija durante estos días y cada noche admiro la síntesis, la gracia y lo oportuno de este cuento en plena pandemia. Me conmuevo especialmente cuando doña Ratoncilla decide echarse una siesta antes de poner solución al desorden y a la invasión. Me parece un mensaje importante para un/a lector/a niño/a: cuídate primero.
- Para terminar. ¿Tiene algún proyecto en marcha o finalizado del que pueda adelantar algo?
Escribo una novela sobre una relación entre dos personas a lo largo de diez años. Tomo mi realidad y entorno inmediato y lo rehago libremente. Mi curiosidad necesita transformar los hechos, vengarme de ese dolor y esa brevedad.