Carlos Bueno Vera: "La poesía para mí significa estar en el mundo"
Carlos Bueno Vera es poeta, traductor y crítico literario y musical. De 2007 a 2012 ha sido coeditor de Despalabro, revista dedicada a los estudios de Humanidades, Filosofía y Arte. Después de residir dos años en Ámsterdam, se instala en Madrid, donde vive actualmente. Compagina su labor poética con la de traductor, articulista y la de crítico para distintas revistas. Como poeta ha ganados varios premios: con Jardines. Ejercicio de una visión obtuvo el premio de poesía joven "Florencio Quintana" y con Lo lavado y lo barrido, publicado por la Universidad Popular José Hierro, el premio nacional de poesía joven Félix Grande en 2013.
La editorial Ártese Quien Pueda publicó en 2015 su segundo libro de poesía, Panorama, que va por la segunda edición.
En junio de 2018, La uÑa RoTa ha publicado un estuche titulado Materiales para un derribo, en el que se recogen tres poemarios que para su autor forman parte de un mismo ciclo poético: En ruta subterráneo-transparente, Catabática y Dípticos.
Como traductor ha traducido Cartas a Hawthorne de Herman Melville (2ª edición) e Inquieto de Kenneth Goldsmith.
Texto: Bio en la web de La uÑa RoTa
Fotografía y poemas: cedidos por el autor
- Comenzamos con una idea. ¿Qué significa para usted la poesía?
Esta pregunta se puede abordar desde innumerables lados, pero hay una respuesta general que sí quisiera dar. Ante todo, la poesía es un tipo de pensamiento específico y único que sólo se da dentro del marco del texto poético. No se me ocurre otra manera de abordar esta pregunta en su plano teórico. Quizá se podría añadir a ese esbozo de definición que (y parafraseo a Derrida) todo poema corre el riesgo de no significar nada y no sería nada sin ese riesgo. Esa es otra definición que, unida a la anterior, creo que puede arrojar algo de luz sobre lo que considero que es la poesía. Y también se puede dar otra respuesta más colorida y no tan teórica: la poesía para mí significa estar en el mundo.
- Si tuviera que destacar un libro que le ha influido enormemente como lector. ¿Cuál sería?
Me viene inmediatamente a la cabeza The Cantos, de Ezra Pound; es un libro que no sólo me ha influido como lector. Pienso que los libros que nos influyen como lectores nos influyen en todos los aspectos de la vida y, sin lugar a dudas, la lectura de The Cantos me cambió la vida. Y sí, The Cantos fue una lectura transformativa, pero es una de muchas: creo que lo ideal sería ofrecer un conjunto de libros en tanto que uno está atravesado por un bagaje de lecturas.
- ¿Cómo surge Materiales para un derribo (La Uña Rota, 2018)?
Materiales para un derribo es el resultado de más de cinco años de trabajo en el que realicé tres piezas que se complementan entre sí (o dicho de otra forma, es un libro que son tres libros). La idea era publicar un ciclo, un periodo de escritura, teniendo en cuenta que sus partes estaban íntimamente relacionadas. Se trata, más específicamente, de una exploración del lenguaje (En ruta subterráneo-transparente), del mundo (Catabática) y del yo, frente o junto a un tú (Dípticos). No obstante, creo que esa es una reducción de lo que considero que cada uno de esos textos propone, ya que el impulso de cada libro no se puede definir únicamente por lo temático que los informa. Porque lo que ocurre después es que cada uno de ellos se desborda ante una pretensión tan totalizadora; y que se desborde no podría resultar más poético… Cada una de estas exploraciones, cada uno de estos libros que juntos conforman Materiales para un derribo, dialoga con las otras y desearía pensar que logran formar un complejo, un entramado, un tejido.
- ¿Cómo definiría su proceso creativo?
Que yo identifique, suelo observar siempre fundamentalmente dos pasos. Primero, está el tiempo de las probaturas, distintas cristalizaciones de distintas ideas, que surgen en la alternancia y mezcla entre vida, lectura y escritura en distintas variables y durante un periodo de tiempo. Luego, pasado este periodo de la prueba, una de esas cristalizaciones toma especial forma o una forma más definida. Se empieza a vislumbrar un libro y durante una temporada vivo absorbido por su escritura, por el libro que de ahí surgirá. Todo pensamiento tiene que ver con él hasta que consigo darlo por terminado.
- Si tuviera que escoger un poema de cada uno de los libros que ha publicado para una futura antología de su obra, ¿cuáles serían?
En mi caso, siempre me ha resultado difícil hacer este tipo de selecciones porque los poemas o texto poéticos que conforman mis poemarios son, en el fondo, un solo texto: cada libro es un poema. Los poemas tienen sentido dentro del contexto del libro que los recoge y siempre he pensado que las antologías tienden a despedazar las cohesiones que el poeta busca, ya que, en un poemario, los poemas, o los distintos fragmentos que componen el texto poético, se lanzan cabos y se relacionan. Además, para mayor dificultad mis poemas suelen ser muy largos: mi primer poemario publicado, Lo lavado y lo barrido (2013, UPJH), es un sólo poema largo; y Panorama (2015, Ártese quien pueda) es un poema en 10 secciones y cada una se extiende no menos de seis páginas. No obstante, en poemarios como Catábatica y Dípticos (ambos en Materiales para un derribo) sí resulta más fácil seleccionar secciones o textos sueltos, a pesar de esta distorsión de la que hablo. Escogeré por tanto uno de cada como muestra, si se me permite. De Catábatica, quisiera seleccionar el que abre la sección del libro titulada “Guardia, gramática”:
De Dípticos, quisiera escoger uno de los dos que se llaman “Bebedores” (varios poemas de este libro tienen el mismo título):
- Hablemos de su faceta como traductor. ¿Cuáles son los elementos a los que considera que un traductor no puede renunciar en su traducción del original?
Una traducción literaria es una posibilidad interpretativa del texto. Lo único que se debe verdaderamente respetar del original es una fidelidad al ritmo o al tono (que es algo que tiene que ver con el aliento y con la respiración, en el caso del poema, por ejemplo, se ve con claridad, pero lo mismo ocurre con cualquier otro texto); ese ritmo, tono o respiración es el que tiene que identificar el traductor y el que debe intentar volcar en su idioma. Traducir es intentar hacer honor a ese ritmo esencial del libro original. Una labor como la traducción debe realizarse, asimismo, con la humildad proveniente de saber que lo que uno hace es, precisamente, favorecer una posibilidad interpretativa.
- ¿Podría recomendar algunos títulos para esta época de inestabilidad?
Estos días de encierro obligatorio he encontrado especial satisfacción y placer leyendo a Pascal Quignard, Pequeños tratados (Sexto Piso); a María Zambrano, Claros del bosque (Alianza); a Saint-John Perse, Vientos (Linteo); a Joseph Roth, Años de hotel (Acantilado); a Peter Handke, El peso del mundo (Adriana Hidalgo); a Kjell Askildsen, El precio de la amistad (Nórdica); y a Angélica Lidell, Dicen que Nevers es más triste (La Uña Rota).
- Para terminar. ¿Tiene algún proyecto en marcha o finalizado del que pueda adelantar algo?
He terminado hace poco un nuevo libro que será publicado por La Uña Rota este año titulado Las indagaciones. Es un libro de piezas en prosa de cierta extensión que, en conjunto, van engarzando e hilvanando una historia, una narración mayor que aparece y desaparece, con desvíos, personajes y motivos que se repiten. Muestro aquí la primera de sus piezas.
Comienza por las vasijas; la sombra hace la vasija.
Puede –y sólo puede– que un nombre sea todo lo se requiera para avanzar. Observa: razonar es lo inhabitable.
El picor. Tú, que me conoces, me llamas por mi nombre. Y aunque eso debería significar algo, como una caricia imprevista, no significaba nada. O peor, significaba tu miseria y lo miserable del ser humano: un picor leve que pensamos insignificante, aunque no lo sea. Un picor insistente. Mi nombre lo utilizas para salvarte.