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María González: "La palabra escrita es una especie de bastón a través del cual conozco el mundo"

María González (Córdoba, 1986). Licenciada en Escenografía por la ESAD de Córdoba, actualmente reside en Madrid y se dedica a la comunicación y promoción musical. Ha publicado poemas en las antologías ‘Tiempos extraños para ti’ (Literalia, 2005), ‘Qué nos han hecho’ (Isla Varia, 2008), ‘Terreno Fértil’ (El Cangrejo Pistolero, 2010), ‘Sais. Diecinueve poetas desde La Bella Varsovia’ (La Bella Varsovia, 2010), ‘A gustar convidan’ (La Bella Varsovia, 2012), ‘La vida por delante’ (Ed. En Huida, 2012) y ‘La punta del iceberg’ (Ed. En Huida, 2015). Participó en ciclos de lecturas como Diversos, Las noches del cangrejo, Noctámbulos, iniciativas como Redetejas y festivales como Perfopoesía o Cosmopoética. Es autora de los libros ‘El año en que murió Jean Genet’ (La Bella Varsovia, 2010) y ‘El Espejo’ (Ediciones en Huida, 2015).


Texto: Maclein y Parker

Fotografía: Roberto Almendral

 

- Comencemos con unha idea potente. ¿Qué significa para usted la poesía?


Una forma de relacionarme con el mundo. Una postura, un discurso, una ética o una forma de vivir. Aprendí a leer y a escribir de manera natural, jugando, como se hacen las cosas reales cuando uno es muy pequeño -los niños se toman el juego MUY en serio-. Antes de comenzar la primaria ya leía literatura juvenil, la palabra escrita fue muy pronto una especie de bastón a través del cual conocer el mundo y conocerme a mí misma. Con el tiempo y la lectura, ese proceso en el que me autoexploraba fue puliéndose. A día de hoy me sería especialmente difícil vivir a gusto en una situación que no contemplara la posibilidad de la escritura. Por supuesto, no es mi sustento económico, pero si que me ayuda a sobrellevar muchas situaciones diarias. Más recientemente, también ha adquirido un tono reivindicativo de conciencia y lucha, sobre todo con el poemario más reciente, El hambre (Maclein y Parker, 2020), aunque esta faceta es algo que ya exploré en el anterior.


- ¿Cómo definiría su proceso creativo?


Mi manera de escribir ha ido mutando y cambiando conmigo, adaptándose también a mi vida cotidiana.

Algunas veces surgen esbozos de ideas, composiciones puntuales que voy apuntando en los márgenes de las libretas y que recojo cuando me siento a componer, pero, lo más común es que los textos partan de una fisicidad concreta. Un dictado a manera de río que discurre y que conforma la base del texto que posteriormente se pule. Y, sobre todo, una minuciosa poda. La composición de los últimos libros ha partido de conceptos que he ido desarrollando en diferentes poemas o textos, que son los que, tras este trabajo de poda minuciosa, han terminado por conformar los poemarios. Trabajo mucho la oralidad de la poesía, necesito que los textos tengan entidad propia en el papel, pero también en la declamación.

Puedo sonar muy pagada de mí misma, aunque no hay nada más lejos de la realidad.

Soy especialmente crítica conmigo misma y le doy muchas vueltas a los versos, me tomo muy en serio, quizás demasiado, esto de escribir. Por eso desecho muchísimo, y tengo mucha producción suelta que no pertenece a ninguna colección de poemas, ni lo pretende.


- ¿Cómo surge El año en que murió Jean Genet (La Bella Varsovia, 2010)?

El primer libro que escribí, hoy ya descatalogado, se hizo realidad gracias a la confianza depositada por parte de las editoras de la firma. La editorial apostó fuerte por poner en valor voces nuevas, con especial mimo por los autores de la ciudad de Córdoba, donde en ese momento estaba afincada. Es un libro de poemas de juventud, una colección de textos sobre el paso al mundo adulto, con mucha especial presencia de la noche, el teatro, las máscaras y los juegos de poder. El amor recorre los textos del mismo, pero también es un libro muy melancólico y triste, en el que se trata siempre de que prevalezca la esperanza. Como autora, fue el primer acercamiento a conformar un libro, una búsqueda de voz propia, de lo que aprendí muchísimo y por el que estoy muy agradecida.




- El Espejo (Ediciones en Huida, 2015) hay una interesante reflexión sobre uno mismo y nuestras raíces. Revisando sus poemas creo que, sin duda, parece escrito para momentos de inestabilidad como este.

Desde luego, nadie espera encontrarse con un momento de inestabilidad como el que estamos transitando. El espejo se escribe en los años más duros de la anterior crisis económica, esa de la que se supone que empezábamos a salir. El fallecimiento de mi abuela paterna y la demencia de mi abuelo, su marido, me lleva a buscar un diálogo imposible con mi propio árbol genealógico. Recorre a mi familia directa y la educación recibida, mis hermanos, pero también mis tíos y mis abuelos. Los hogares de cada uno, acontecimientos familiares, reflexiona sobre la herencia, no sólo económica, si no también genética, cultural y ética. Cómo nos condiciona y hasta qué punto podemos luchar o no contra ello. Desde luego, el momento actual nos está ya condicionando en el desarrollo de nuestra vida diaria, y calculo que durante mucho tiempo. No sé si este libro tiene o no paralelismos con muchas de las cosas que estamos sintiendo, si que finaliza con una acción por parte de la naturaleza que borra todo y entierra cualquier condicionante previo. Esta parte del libro se inspira en una riada real, que, de alguna manera, nos puso en nuestro sitio en relación al espacio que ocupábamos. Algo parecido se puede entender que, tarde o temprano, nos va a hacer el planeta a la especie humana.


- ¿Cuál es el germen de El hambre (Maclein y Parker, 2020)?


El día antes de que cumpliera 30 años, el 19 de diciembre de 2016, asesinan en una galería de arte de Turquía al embajador de Rusia, a sangre fría en pleno discurso. Este acontecimiento me hace reflexionar justo en mi cambio de decena, con tan mala suerte que, unos días más tarde, fallece un compañero común -de manera natural- especialmente joven e icónico para el tejido cultural de mi ciudad de origen. Estos dos hechos tan seguidos comienzan a resonar en mi cerebro y me llevan a una serie de textos sobre el futuro truncado que nuestra generación ha encontrado, tras ser los niños bonitos del estado del bienestar. Pero, al mismo tiempo, también me quema el plantearme especialmente en serio una cuestión que ya llevaba arrastrando años, qué ocurre cuando nadie me observa. Y esto me dirige a trabajar literariamente sobre el TCA que padezco desde niña. Concretamente, el Trastorno por atracón. El libro explora ese desarraigo del que antes hablaba, y cómo, el reconocerse verbalmente y el lenguaje, nos lleva también a darle forma y entidad al monstruo interior -que en mi caso representa este tipo de TCA, pero en el que se pueden reconocer miedos, dolencias, enfermedades o traumas muy alejados de esta concreción-. Y termina, el libro, por reflexionar y aunar lo planteado a través de los elementos poéticos del fallecido artista Pepe Espaliú.


- ¿Cuál ha sido su libro más costoso hasta el momento?


El hambre, sin lugar a dudas, supone una exposición sobre una situación personal y un compromiso con el discurso que en libros anteriores no había alcanzado desarrollado hasta este nivel. Se habla de la relación con la comida, pero también con el cuerpo y la enfermedad. Cómo esto condiciona la construcción de un futuro. A través de situaciones de índole privado que trascienden y se muestran universales. El uso de un lenguaje relativo a un conflicto bélico y a una enfermedad física, que ahora puebla los periódicos debido a la pandemia. Hay incluso poemas titulados ‘Epidemia’ o ‘Brote’, donde la coincidencia se hace aún más patente. El libro salió a la venta el mismo día que nuestra familia se confinó -yo vivo en Madrid y tuvimos que quedarnos en casa desde el mismo 11 de marzo, tenemos un bebé y esto marcó desde el inicio la vida en relación al Estado de Alarma-. También siento que esta situación supone un hándicap muy particular para el recorrido del libro y se lo pone especialmente difícil a este tercer título.


- Si tuviese que elegir un poema por cada libro que ha publicado hasta el momento para una antología de sus obras completas. ¿Cuáles serían?


BLEEDING LIGHT


Dudo si lo que siento

son cristales en el pericardio. y no felicidad por mostrar mi alma. Yo sangro luz, siempre lo hago cuando estoy allí.

No conozco otra forma de querer.


El año en que murió Jean Genet (La bella Varsovia 2010)


Poseer una carga genética importante no condiciona.

Repite. Poseer. Repite. Carga genética. Repite. Condición.

Factores prenatales; Ataúdes blancos.

Factores sociales; La niña idiota.

Drogodependencia; Pulmones negros, azúcar en sangre.

Desposeer. Repite. Desposeer.

Mira otras ramas. Elige muerte. Desecha susto. Elige el

juego. Derriba al oponente. Vomítate el estómago. Mira a tu

lado. Observa la similitud en las facciones. Elige muerte.

Elige muerte. Elige.

Repite.

Ataúdes blancos.

Pulmones negros.

Tira los dados. Elige la ciencia. Elige un número.


El Espejo (Ed. En Huida, 2015)


LA TIERRA PROMETIDA


Nombrar es reconocer que existe,

gracias y a pesar de mí.

Cuando tras mi frente genero una sílaba,

defino,

coloreo y cincelo,

tal como suena tras el abdomen.

Junto los labios para tallarlo, llenando la entrada.

Ahogar su grito, ese dolor tras las costillas.



Mencionar es la primera maniobra.

Para ello, cubriré todas las articulaciones.

Los otros asentirán abriendo las comisuras.

Flotará el polvo, semilla hundida.


Nuestro conflicto no posee milicia.

Es ello,

conquistando mi volumen,

llenando mi sistema nervioso hasta las yemas,

hasta la cicatriz en el ombligo,

hasta la ropa.

Es ello ocupando los tejidos grasos,

el cerebro, el útero.



Nombrar es reconocer que existe

mi cuerpo como Tierra Prometida,

lleno de ríos y alambre,

ceniza y leche.

El territorio se defiende a intervalos,

expulsando los cadáveres por las cloacas.

El único hogar que conocemos.

Sobrevivir depende de aniquilar al enemigo.


El hambre (Maclein y Parker, 2020)



- ¿Podría recomendarnos algún título para esta época de inestabilidad que vivimos?


Desde hace un tiempo vivo pensando que el trabajo de Wajdi Mouawad debería ser leído y reflexionado más de lo que ya se hace, sus artefactos literarios, tanto los dramatúrgicos como los externos a la escena, nos retrotraen a nuestras raíces clásicas en sus mecanismos, y no deja de ser reconocible el encuadre contemporáneo. En poesía, yo misma me estoy refugiando en los poemas de Luisa Castro, por sentirla cerca, pero también me parece especialmente profético el trabajo de Raúl Alonso, en especial los poemarios La Plaga y Libro de las catástrofes. Como gustos personales, más allá del momento de inestabilidad, el último poemario de Alberto Conejero, En esta casa, me parece de una delicadeza y una inteligencia difíciles de medir, y, sin ser novedad, todo lo que venga con firma de Sharon Olds me parece siempre bien.


- Para terminar. ¿Tiene algún proyecto en marcha o finalizado del que pueda adelantar algo?


Actualmente no tengo nada en la recámara con vistas a que vea la luz pronto. El proceso con El hambre ha sido muy arduo e intenso, y la situación actual no me permite dar rienda suelta poética con la alegría que me gustaría, espero que no tengan que pasar otros cinco años para volver a publicar, pero, por el momento, quiero disfrutar del nuevo libro y de todo lo bueno que me está regalando.



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