Mario Colleoni: "Contra Florencia es una invitación a vivir una vida más sosegada, más atenta"
Mario Colleoni (Madrid, 1984). Historiador del arte especializado en Renacimiento italiano, en la obra de Miguel Ángel Buonarroti y articulista en varios medios. Sus raíces se encuentran en Bérgamo, donde aún descansan sus antepasados, pero se formó entre Madrid, Venecia y Florencia. Su interés por la cultura lo ha llevado por muchos lugares, en apariencia distintos, que sin embargo comparten una matriz común: Italia y especialmente Florencia, en la que reside durante largas temporadas.En la actualidad colabora de forma eventual en medios como Jot Down, CTXT, o Ajoblanco, entre otros, labor que compagina con diversos proyectos literarios.
Texto y fotografía: La línea del horizonte.
- Comencemos con una idea potente. ¿Qué tiene la historia del arte que la hace tan atractiva?
Sebald creía que la historia del arte era la historia misma. Yo creo que es una parte indeclinable de la historia de la cultura, que es poco menos que decir la historia de la vida. No sé si es atractiva, supongo que también, pero desde luego es importantísima para entender una gran parte del mundo en que hemos vivido, vivimos o viviremos.
- Si no fuese historiador, sería…
Alguna vez me lo he preguntado. Tal vez sería panadero, zapatero, carpintero, repostero, y no descarto que algún día me atreva con cualquiera de esos oficios. No hay nada más humano ni espiritual que trabajar con las manos.
- ¿Cuál es el germen de Contra Florencia (La línea del horizonte, 2019)?
El origen del libro es mi amor por la ciudad. Contra Florencia es un compendio reducido de personas, detalles, símbolos o acontecimientos que considero vivos. Empezó siendo una admiración y poco a poco se ha convertido en una devoción. Comenzó en la universidad y sorprendentemente se ha mantenido hasta hoy. En primer lugar, la gratitud se la debo a Pilar Rubio, mi editora, que fue quien apostó por él y cuya confianza fue crucial para que yo pudiera escribirlo. Inmediatamente después, a un amigo mío, el escritor Sergi Bellver, que me socorrió en un momento de indecisión e inseguridad, proponiéndome la idea de condensarlo en pequeños episodios que resumieran nuestros paseos por la ciudad y eso fue lo que más tarde le dio la forma que tiene: un gran paseo a través del cual un amigo muestra a otro amigo los encantos de la cultura de su tierra.
- Florencia puede considerarse símbolo y legado de toda la belleza del Renacimiento y de una forma de ver la vida. ¿Cree que los símbolos de su ciudad pueden llegar a convivir con el ideal de vida actual?
Es una pregunta difícil que tiene dos respuestas. Aunque la palabra convivencia sea más una utopía que una realidad, yo siento que de algún modo es posible. La otra respuesta, mucho más realista, es negativa. Creo que no es posible porque nuestro ritmo de vida nos ha supeditado a una forma de vivir vertiginosa que no fomenta el pensamiento ni la atención: vivimos con la impresión de que todo lo que se detiene arrastra consigo el estigma del fracaso. Para hacer prevalecer una forma de vida sería necesario eliminar la otra, y eso no es factible en ninguno de los casos, o es dificilísimo. Si pudiera decir algo semejante, y lo diré, Contra Florencia es una invitación a vivir una vida más sosegada, más atenta, una vida sin ruidos, sin contaminación, libre de bacterias que socavan la belleza del mundo.
- ¿Cómo definiría a Papini en una frase?
Un hombre de mármol que quería tallar la verdad con el fuego de la vida.
- ¿Cuál cree que habrá un antes y un después en el arte tras esta época?
No entiendo bien la pregunta. Si te refieres al arte renacentista, el paradigma del naturalismo llega hasta el mismo siglo XX, pero la órbita cultural en la que nos han acostumbrado a vivir ha conquistado la especulación lingüística y hoy es difícil, cada vez más, saber separar el grano de la paja. Un buen crítico de arte sólo necesita dos cosas: un manojo de buenas ideas y haber visto mucho arte y muy bueno. Todo lo demás es tecnología del lenguaje y modas que demandan muchas ofertas con las que satisfacer nuestros propios prejuicios.
- ¿Podría recomendarnos algún título para esta época de inestabilidad que vivimos?
Siempre digo que Homero, Dante y la Biblia serían suficientes para sobrevivir en cualquier lugar del mundo sin conexión a internet. Pero evidentemente hay muchos más. Yo tengo predilección por la Consolación de la filosofía de Boecio, el Zarathustra de Nietzsche, las epístolas de Petrarca... Pero si me preguntas por algún título reciente, más referido al conflicto con la actualidad, te recomendaría tal vez Humanismo y cultura democrática de Said (Debate, 2006) o, uno muy especial para mí, Lo que no tiene precio de Annie Le Brun (Cabaret Voltaire, 2018), un libro explosivo que nadie importante ha leído con atención, y lo sé porque de lo contrario hoy el mundo no sería el lodazal que es.
- Para terminar. ¿Tiene algún proyecto en marcha o finalizado del que pueda adelantar algo?
Sí, ahora mismo estoy preparando un ensayo sobre humanismo en el que intento rescatar del olvido muchos nombres del pasado, grandes maestros olvidados que nos han enseñado a vivir de una forma más humana y a los que el mundo sólo menciona cuando quiere darse esa falsa importancia que está arruinándolo todo. Quiero confrontarme abiertamente con esta idea maniática de la modernidad porque es todo lo que puedo hacer para luchar contra la deshumanización, la desidia y la chapuza en que, por debajo de sus avances y sus progresos, creo que se ha convertido el siglo XXI. La ingenuidad y la obstinación también son formas de esperanza; el día que las perdemos, admitimos la derrota. Pero un partido no termina hasta que no se acaba la prórroga, y este partido acaba de empezar.