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Reseña: Andrea Pomella, El hombre que tiembla



Título: El hombre que tiembla

Título original: L´uomo che trema

Autor: Andrea Pomella

Traductor: Carlos Clavería Laguarda

Editorial: Altamarea

ISBN: 9788412110319

Nº de Páginas: 244 págs.

 






Sinopsis:


El miedo, la angustia, la desesperación y la rabia son las cuatro paredes de cristal entre las que la depresión, el mal oscuro y hondo de una modernidad superficial y solo aparentemente luminosa, encierra a quien cae en su cerco. Una vez en sus garras, todo hombre tiembla; algunos encuentran la lucidez para contarlo, como Andrea Pomella, quien mira a su enfermedad como si fuera un elemento extraño, un cuerpo ajeno con el que pretende familiarizarse porque en este intento de conocer lo incognoscible reside el sentido de todo, de la vida misma. Desde los abismos del alma del autor, emerge un libro tormentoso y salvífico al mismo tiempo: las reacciones del cuerpo a las agresiones de los fármacos, las sesiones con los psiquiatras, la relación con su pareja y su hijo obligados a convivir con los altibajos de la enfermedad, el retorno del antiguo fantasma del padre repudiado. Pero cuando todo parece hundirse en la oscuridad más total, de repente un centelleo, la perspectiva de una redención capaz de disipar las tinieblas. Leer este libro significa sumergirse en un mundo ajeno hasta sentirlo propio; significa recorrer, paso a paso, el camino desde una condición de dolor absoluto hasta un nuevo comienzo. Un camino vital, humano, pero también literario que se articula en una escritura, íntima, precisa y cortante como el filo de una navaja: la voz alta y firme del hombre que tiembla.

 

Una de las enfermedades más invisibilizadas y letales de la historia, y más ahora en tiempos pandémicos, es la depresión. La salud mental siempre se ha situado en último lugar con respecto a las inversiones de cualquier país del mundo en su sistema sanitario. Vivimos en una época complicada donde estoy seguro de que el mayor daño que esta pandemia genere, será el trauma generacional que provoque. Precisamente libros como este de Pomella son lecturas que en este momento de nuestra historia son más necesarias si cabe.


Andrea Pomella habla en esta obra de su relación con su enfermedad de una manera bastante dura. Esta es una historia en la que el autor parte de la aceptación de todos sus problemas vitales como síntomas de una enfermedad y en la que sorprende con la lucidez con la que se enfrenta a ella. De hecho, no solamente introduce sus problemáticas en el texto sino también aquellas que afectan a aquellos que le rodean.


«Si es cierto que en todas las vidas se muestran influencias de una vida precedente (en lo que un escéptico inveterado como yo no puede creer ni por un instante), según la ley del karma, yo, en una de las anteriores condensaciones de mi espíritu en materia animada, fui un oso. Por eso el oso forma parte de mí simbólicamente. El hecho de que identifique la enfermedad con una figura alegórica es en sí mismo una manifestación de mi mal. El origen profundo de mi sufrimiento tiene sus raíces dentro de mí, en mi ser, a través del cuerpo y de la psique. El mal es algo ínsito en mí, no es una bacteria que me han inoculado, un germen que antes de habitar en mí tenía vida propia. Mi mal no tiene una causa; no la tiene en el padre que no tuve, y ni siquiera en una infancia vivida en una precariedad abyecta, es más una deformación intelectiva, orgánica, una disposición de la naturaleza. El oso soy yo: yo soy la amenaza, yo soy el mal que sufro»


El hombre que tiembla es una obra especialmente dura en cuanto a que asistimos al proceso de autodestrucción de su protagonista, a su relación con los fármacos, con su familia e, incluso, al retorno de un padre que apenas ha ejercido como ello y la influencia que ha tenido este aspecto en la relación del autor con su propio hijo. Especialmente brillante resulta en el texto el hecho de que el autor realice una metáfora con la partida de su padre como un "astronauta" y que el lugar de mayor confort que existe entre el propio autor y su hijo sean las historias de Star Wars.


La literatura y la vida se vinculan hasta en los momentos más insospechados. Precisamente por ello os invito a conocer esta obra, una novela donde recorremos toda una fisiología del dolor de tal forma que es complicado sumergirse en ella y no salir ileso. Brutal y muchas veces desgarradora, pero literariamente valiosa e imprescindible.


«Salgo del supermercado con dos bolsas a rebosar de productos alimentarios y camino a lo largo de la vía rápida que sirve de frontera al barrio en el que vivo. La luz cegadora de la mañana, el fresco viento otoñal, el jaleo de los coches que me pasan rozando, los ancianos que van, los que esperan que el semáforo se ponga verde, los que dudan delante de los quioscos, sin saber cómo han de gastar el tiempo dilatado que les queda de vida, todos elevan mi nivel de melancolía hasta la raya de alerta. Me detengo, apoyo las bolsas en el suelo e intento respirar con calma. El mundo me parte el corazón. Es esta verdad, el último grado al que soy capaz de reducir la realidad. La pregunta que me hago ahora no es «¿por qué estoy deprimido?» sino «¿cómo es posible que no estéis todos deprimidos?»


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