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Reseña: Jean-Luc Lagarce, Tan solo el fin del mundo



Título: Tan solo el fin del mundo

Título original: Juste la fin du monde Autor: Jean-Luc Lagarce

Traductora: Cristina Vinuesa Muñoz

Edición: Daniel López García Editorial: Dos Bigotes ISBN: 9788494618338 Nº de Páginas: 136 págs.

 



Sinopsis:


Louis regresa al pueblo donde nació para visitar a su familia después de muchos años de ausencia. Allí se reencontrará con su madre, su hermana Suzanne, su hermano Antoine y la mujer de este, Catherine. Aunque Louis tiene la intención de anunciar que está muy enfermo y que va a morir de forma inminente, su llegada provocará el resurgimiento de conflictos del pasado y tensiones familiares latentes.

Traducida a más de una veintena de idiomas, Tan solo el fin del mundo es la obra maestra de Jean-Luc-Lagarce, el autor francés contemporáneo más representado en su país y uno de los nombres fundamentales de la literatura francesa contemporánea. Fue estrenada en 1999 a cargo de Joël Jouanneau y desde 2007 forma parte del repertorio de la Comédie-Française.

 

La obra del dramaturgo francés Jean-Luc Lagarce era desgraciadamente desconocida para mí. De hecho, no había oído nunca hablar sobre este autor tanto en mis estudios universitarios como en los estudios o comentarios de mis críticos teatrales de referencia. Por eso agradezco a Dos Bigotes que apuesten por la obra de este autor tan reconocido y valorado en Francia y que es bastante desconocido en nuestro país.


En Tan solo el fin del mundo tenemos a Louis, un joven de treinta y cuatro años que regresa al pueblo donde nació para visitar a su familia después de muchos años de ausencia y con la intención de anunciar que está muy enfermo y que va a morir de forma inminente. Aunque quizá sorprenda a muchos esta sinopsis, es bastante habitual el tópico del abandono del hogar y el regreso en la literatura dramática del XX. En un siglo donde todas las ideas con respecto al mundo y a la humanidad no paraban de tambalearse; el abandono de todo aquello que era sólido y la vuelta a un lugar de origen que se extraña a sí mismo es una cuestión habitual.


decir,

decir solo,

mi muerte próxima e irremediable,

anunciarla yo mismo, ser su único mensajero,

y aparentar que

-quizás sea lo que siempre he querido, querido y decidido,

en cualquier circunstancia y hasta donde yo pueda recordar-

aparentar aún ahí el poder de decidir,

concederme y conceder a los demás, a ellos y especialmente

a ti, a vosotros, a ella, incluso a los que todavía no

conozco (demasiado tarde y poco importa),

concederme y conceder a los demás por última vez, la ilusión

de ser responsable de mí mismo y de ser, hasta ese

extremo, dueño de mí.


Sin embargo, lo interesante de esta obra es el punto de vista que toma sobre este mismo tema. Louis abandona el hogar para conocer el mundo y al final de la obra se da cuenta que abandonando su hogar fue el único momento en el que vivió. Este joven llega a una casa donde los rencores y las tensiones familiares son las únicas protagonistas. En ese juego de reproches es imposible que exista la cercanía para comunicar un fallecimiento cercano. Cada uno de los parlamentos de sus personajes supone una explosión de resentimiento, de crítica, de dolor, de desconocimiento y de falta de empatía. La familia en esta obra es una institución impuesta, una fuerte atadura moral y una cárcel de la que todos entendemos que Louis quisiera escapar. A todo esto se le suma un cierre verdaderamente maestro de la pieza y del que desgraciadamente no puedo revelar nada.


Quieren entender que dejarme en paz, simulando despreocupación, es quererme más aún.

Entendí que esa ausencia de amor de la que me quejo y que fue desde siempre el único motivo de mis cobardías,

sin que jamás hasta ahora lo haya visto,

que esa ausencia de amor hizo sufrir mucho más a lo demás que a mí.


Me desperté con el pensamiento extraño y desesperado e indestructible también

de que ya se me quería vivo de la misma manera que cuando esté muerto

sin poder ni saber jamás qué decirme.


Esta edición de Dos Bigotes viene acompañada por un prólogo de Daniel López a modo de estudio crítico de la pieza y de la producción y también por una pequeña introducción al texto, de la también traductora del mismo, Cristina Vinuesa Muñoz. Especialmente me gustaría destacar el trabajo de Daniel López García por presentar un estudio muy conciso, con comentarios para todo tipo de intereses y no especialmente denso a nivel técnico. En combinación con la fantástica traducción de Cristina, creo que es el broche de oro a una edición muy válida tanto para público como para crítica académica.


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